domingo, 19 de agosto de 2007

Estar en la Memoria


Estar en la Memoria. Medios digitales. 2006


“Las presencias esconden y revelan cosas al unísono, rotan hacia el origen y vuelven a lo inmediato, acercan y alejan elementos contrarios. La imagen devuelve al espectador una pluralidad de miradas y sentidos. Así la imagen puede desdoblarse en un poema verbal o visual. La imagen no solo informa la vivencia. Sino la fija y revela. La convierte en una presencia estética.”

Octavio Paz

Desarrollado como libro de artista, esta obra es la recopilación minuciosa de documentos de identidad conservados por su valor como son: la cédula, el registro civil de nacimiento, los fragmentos del álbum de la infancia, fotos de identidad, algunas de ellas, con maquillaje y accesorios diferentes que revelan un cambio de imagen o personalidad por un instante y manuscritos que aluden al registro para dar constancia de momentos que corren el riesgo de olvidarse.

Estar en la Memoria a través de imágenes de una persona conocida o desconocida pero no lejos de tener un sentido de autorreconocimiento, de proyección o de regresión.
Una foto no es una simple copia de un acontecimiento, de un deseo de permanecer o de una obligación establecida por la sociedad, va mucho más allá del deseo de permanecer, de aproximarse a una fecha especial; todas estas costumbres pertenecen al ritual llevado a cabo en casi todos los hogares, seguir continuamente los mejores instantes, es así como se organiza casi en orden cronológico, la foto del matrimonio de los padres, la mamá y(o) tías en embarazo, la llegada de los primeros bebés recién nacidos (no puede faltar el mechón de pelo al lado), los bautismos, los cumpleaños, los paseos, los viajes y las que no se pueden pasar por alto, la del sorprendido que alcanza a cubrirse el rostro enojado y la del borracho; hasta que llegan los primeros nietos y la historia se repite: mas fotos y más álbumes.

Es muy posible que el álbum de familia varíe de acuerdo al material, medio de distribución, tipo de imagen y hasta la clase social, sin embargo, su función sigue siendo la de conservar.
Y es que es tan importante la Imagen como la “mirada”.
“Mirar no es recibir, sino ordenar lo visible, organizar la experiencia. (…) La mirada ritual no es la mirada conmemorativa o familiar, que no es la de fuero privado que nosotros practicamos, por ejemplo, al hojear en casa un álbum de reproducciones. Pero las culturas de la mirada, a su vez no son independientes de las revoluciones técnicas que vienen a modificar en cada época el formato, los materiales, la cantidad de imágenes de que una sociedad se debe hacer cargo”[1].

Entonces la imagen y la mirada actúan inseparablemente. ¿Alguna vez nos hemos preguntado que sería de nosotros sin una imagen propia de nuestro rostro?, lo que si tenemos claro es que casi todos hemos sido objeto de burlas o algún comentario con respecto a los documentos de identidad, especialmente la cédula y, seamos sinceros, en el fondo nos cuesta ver que a esa imagen siempre le queda faltando o sobrando algún detalle, nos interesa salir lo mejor posible, pues este debe ser el medio de control más necesario, sin ella no existimos ante la sociedad, con la mayoría de edad, cada uno debe tener una cara ante el estado- (...)Pero la cuestión es la foto de identidad. Se decía que los documentos de identidad son una forma de control ejercida por el poder; a través de éstos se registra a las personas (cada ciudadano debe tener una cara ante el estado) y se hace publica su identidad. ¿Qué pasa entonces cuando se identifica a una persona? ¿Qué atrapan de ella esos documentos y que dejan por fuera? ¿Que tipos de sujeto se construyen con esas fotos que carecen de contexto y que nacen unidas a lo publico? ¿Que pasa con su recepción?”[2]

La foto o los documentos de identidad, tienen todo excepto intimidad, son pasados de mano en mano; la intimidad va más allá de ser una toma fotográfica, ese rostro se escapa del que realmente se es, es la máscara de mi verdadero yo, pero, ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi identidad? El término persona del latín personata es traducido como mascarada, es decir, persona desde su etimología significa máscara. Entonces La foto de Identidad no es más que la imagen de una máscara; esa imagen no revela quien soy, los gustos, los sentimientos, el carácter, la personalidad, las debilidades o puntos de vista, entre otros.

“(…) lo que falsea mi verdad interior es, al contrario todo lo que me obliga a aparentar identidad firme y estable, conducta recta y rígida, comportamiento inflexible, lo que falsea mi intimidad es toda impresión de solidez y de fijeza como la que se exige en los documentos –precisamente- públicos que determinan mi personalidad civil o en las señas de identidad social. Eso –presentarme como idéntico a mí mismo, sin debilidades, sin fisuras ni flaquezas, sin temores ni temblores- falsea la verdad de mi vida (de mi muerte, de mi mortalidad) porque falsea su falsedad, falsifica su fragilidad con la apariencia de firmeza. Nada es más contrario a la identidad que la intimidad, porque la intimidad es lo que nos impide ser idénticos. (…) tener intimidad es no poder identificarse con nada ni con nadie, y no poder ser identificado por nada ni por nadie…”
(Pardo, 1996b, p. 47. Citado por Camilo Restrepo)

De manera que, intimidad-identidad van de la mano aunque en lugares opuestos, así pues, la imagen de identidad es cuestionable.
No obstante, en los álbumes familiares encontramos además de unas cuantas fotos tamaño cédula, las fotos narrativas; esas que no pueden ser sin un relato, y llevan impresa una historia, aún cuando son personas que apenas conocemos.

“mas allá de las poses fijas, de los estereotipos, los clichés, los códigos caducos, más allá de los rituales del ordenamiento cronológico y la inevitable escansión de los acontecimientos familiares (nacimiento, bautismo, comunión, casamiento, vacaciones, etc.), el álbum de familia es siempre un objeto de veneración, cuidado, trabajado, mantenido como una momia, guardado en un cofre (y con los primeros dientes del bebé o el mechón de pelo de la abuelita); se lo abre con emoción, en una especie de ceremonial vagamente religioso, como si se tratara de convocar a los espíritus(…)”[3]

De alguna manera las fotos del álbum familiar nos corroboran nuestro paso por el mundo, nuestra certeza de existir ya que nos aseguran la evidencia de un pasado expresado en momentos de tiempo y lugar. Rachel, la replicante que se cree humana en Blade Runner, (1982) guarda como testimonio de su infancia una foto con la que asocia el recuerdo en que fue picada por una araña, lo que le asegura su condición humana impresa en la memoria.

(…) Seguramente que lo que confiere semejante valor a los álbumes no son ni los contenidos representados en si mismos, ni las cualidades plásticas o estéticas de la composición, ni el grado de semejanza o de realismo de los clichés, sino su dimensión pragmática, su estatuto de índex, su peso irreductible de referencia, el hecho de que se trata de verdaderas huellas físicas de personas singulares que han estado ahí y que tienen relaciones particulares con los que miran las fotos. Solo eso explica el culto del que suelen ser las fotos de familia y que convierte a estos álbumes en una especie de monumentos funerarios (…)”

Estar en la Memoria hace una reflexión acerca del valor dado al álbum infantil, a ese monumento tan enaltecido en el hogar. El trabajo recoge algunos fragmentos de esta índole, asociado con fotos de identidad, y algunos documentos como la cédula, la boleta de bautismo y el registro civil.

[1] DEBRAY, Regis. VIDA Y MUERTE DE LA IMAGEN. Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona,
1994. Pág. 38.
[2] RESTEPO, Camilo. LA FOTO DE IDENTIDAD. Fondo Editorial Universidad EAFIT. Colombia,
2002. Pág. 50
[3] DUBOIS, Philippe. EL Acto Fotográfico. Op. Cit. Camilo Restrepo. La foto de identidad. Pág. 43

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