miércoles, 29 de agosto de 2007

Los Rincones de mi Casa


Los Rincones de mi Casa. Libro de artista, 2007

“La casa alberga el ensueño, la casa protege al soñador, la casa nos permite soñar en paz. La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos. Sin ella, el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. El ser es de inmediato un valor. La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo de una casa”

Gaston Bachelard

“Los rincones de mi casa” también surge a partir de la experiencia personal, de situaciones que nos llevan a tomar y abrazar fuertemente la historia familiar que se ha construido por largos años en casa, como quien lleva en sus manos un gran tesoro. Si el proyecto se instauró en la poética entrañable de la memoria, sería imperdonable dejar de lado aquel lugar de memoria como es La Casa, antes de realizar el libro comienza una experiencia o mejor un proceso que atrapa cada día más, tal como lo diría Bachelard en su Poética del Espacio, (1957),…los valores de protección y de resistencia de la casa se transponen en valores humanos. La casa adquiere las energías físicas y morales de un cuerpo humano. Y es de esta manera como la casa ha sobrepasado el concepto de simple forma geométrica, de escritura y notaria, ha tomado la forma de un ser, de compañera y consejera y porque no, de madre. Allí suceden los acontecimientos que hacen posible nuestra humanidad, los ratos de tedio, de soledad, de reflexión, de descanso, de afectos y de ocio.

La casa como “espacio de intimidad” es el primer lugar del ser humano, aquí se encuentra con él mismo para proyectar en ella toda su interioridad; en este espacio sucede su diario vivir, los encuentros con los espejos, las ventanas, los muros tal y como es él, de esta manera la casa se convierte en una forma de ser, en su prolongación. Una casa es un diario que contiene las obras completas de una familia sin importar la cantidad de miembros que la conformen; una pequeña sociedad que se ordena, se clasifica y se distribuye de acuerdo a sus propios parámetros por los subespacios que a su vez se identificarán con sus habitantes.

Este lugar es el rincón del mundo el se encuentra repleto de sentimientos, secretos, ecos de risas y voces, en ella se tejen como una telaraña las edades del hombre. Es preciso recurrir al tema de la memoria pues los rincones de la casa no son más que eso… rincones de memoria, rincones en donde se dibujan imágenes domesticas, imágenes que aluden a la poética entrañable de las memorias y el olvido ya que ella pertenece al mundo de los recuerdos. Son esos mismos recuerdos los que le dan el valor tan especial a la casa, especialmente los recuerdos infantiles, para esa época no existían divisiones todos los espacios eran habitables y lugares propicios para el juego aunque nos fueran prohibidos; a medida que pasan los años y vamos consumando las diferentes etapas de nuestra vida, varían los acontecimientos y las vivencias, así pues, el concepto de casa que ya se ha establecido se va tornando más valiosa de acuerdo a la intensidad de los episodios.

He aquí unos versos, que cubre de sueños los recuerdos de una casa natal; William Goyen (1954) en la casa de Aliento:
”pensar que pueda venir al mundo en un lugar que en un principio no sabríamos nombrar siquiera, que se ve por primera vez y que, en este lugar anónimo, desconocido, se pueda crecer, circular hasta que se conozca su nombre, se pronuncie con amor, se le llame hogar, se hundan en el las raíces se alberguen nuestros amores, hasta el punto que, cada vez que hablamos de él, lo hagamos como los amantes, encantos nostálgicos, y poemas desbordantes de deseo”[1]

La concha, es la espiral que nos contiene; ella es nuestra dueña y nosotros somos sus dueños, el tiempo ha sido testigo de todas las caricias y cuidados que han quedado grabados en sus paredes como forma de retribución al beneficio que brinda cuando la ciudad no nos merece. El cuarto de reblujo, la habitación del que se exilió, la sala convertida en cuarto de dormir; algunas son tan grandes que el mismo silencio hace eco; otras por el contrario, son tan pequeñas que ponen a prueba la intimidad de sus moradores.

Para cada casa hay un concepto particular acerca del orden y el desorden, el desorden hace parte de sus propios códigos; de esta manera se presenta la realidad de los individuos posiblemente el reflejo de su interior, ahí está la verdad de cada hombre, afuera se confunde, se camufla, se pierde; entonces esta relación de “afuera” y “dentro” se torna mágica.
Mejor que “botar la casa por la ventana” es avistar al mundo desde las entrañas de la casa, es el acto más sincero hacia ambos; “relatarle a mi casa que las ciudades invisibles siguen siendo mis preferidas y comunicarle al mundo lo universal que resulta ser “mi casa”.

[1] GOYEN, William. La casa de aliento. Pág. 67. Op. Cit. BACHELLARD, Gastón. La Poética del
Espacio. 1957. Pág. 90.

Del Jardín de la Memoria


Del jardin de la Memoria. Libro de Artista, 2007.


Llevar a cabo el elogio del olvido no implica vilipendiar la memoria, y mucho menos aún ignorar el recuerdo, sino reconocer el trabajo del olvido en la primera y detectar su presencia en el segundo...

…recuerdos o huellas, volveremos más adelante a ellos-, lo que queda es el producto de una erosión provocada por el olvido. Los recuerdos son moldeados por el olvido como el mar moldea los contornos de la orilla

Marc Augé

“Del jardín de la memoria” corresponde al inventario de palabras que se encuentran ligadas al conjunto de recuerdos más asidos a la memoria convocados a través del tiempo, por medio de éxodos o sencillamente porque reaparecen de manera fugaz sin ser citados como nos recuerda San Agustín cuando recurre a la memoria para pedirle algo:
“…a veces el recuerdo espontáneamente se presenta, pero en otras ocasiones tarda en venir, como si llegara de secretos y remotos receptáculos. A veces los recuerdos se presentan mientras yo busco otra cosa y se me plantan en medio, como diciendo: “¿Somos nosotros lo que andas buscando?”. Yo aparto entonces de la mente esas imágenes como con la mano y suprimo su recuerdo hasta que salga de en medio de la nube y se me presente con claridad el recuerdo que busco”[1].

La memoria atesora los recuerdos a través de imágenes después de acceder por los sentidos como cruzando una puerta, ya que no podemos retener las cosas físicamente; de esta manera, la imagen constituye el modo de reafirmar su presencia y su paso en un momento de nuestra vida y podemos tener acceso a ellas evocándolas, de esta misma forma regresan al lugar de donde fueron despertadas.
El inventario o glosario es una mínima parte del imaginario que se ha fundado en la memoria como producto de vivencias que marcan y dejan huellas que solo el olvido puede borrar. Son palabras-imagen, palabras-visuales, muchas de ellas también presentes en el imaginario colectivo.

Así pues, la memoria conserva desde colores y formas, percepciones sonoras, sabores, olores hasta recuerdos de lo blando, lo duro, lo suave y lo áspero; incluso las doctrinas de las artes liberales, es decir, de la Memoria Intelectual de la que hace referencia San Agustín:

“…en ella se conservan todos los conocimientos adquiridos en el estudio de las artes liberales que no han sido olvidadas todavía, y están como bajo custodia en un lugar todavía más interior, aunque este no es en realidad un lugar. En esta memoria no tengo ni lugares, ni imágenes, sino que en ella poseo las realidades mismas. Porque la idea de lo que es la literatura y el arte de disputar y el discernimiento de los diversos géneros en que se dividen las cuestiones; y todo cuanto de eso he llegado a saber lo conservo en la memoria de un modo tal que no queda fuera de mi aquello cuyas imágenes conservo”[2].

Para citar algunas de esas palabra-imagen que reposan en lo más secreto, tomadas del libro Del Jardín de la Memoria:
Duelo
olvido
Remendar
padrenuestro
Poética del olvido
Tejer
amá
cronopios
Tejido
muerte
Pérdida
arroz con leche
Fragmento
agujas
Enero 5
maternidad
Madre
canción
Casa
pasado
Vestido
Nicolás
Enoe
Ulises
Ofelia
familia
Mujer
cinco p.m.
Santa teresa
hilo
Tiempo
Las Estaciones de la Vida

En el tema de la memoria el olvido también cumple un papel muy importante en tanto que es un componente más de la memoria.
A los recuerdos que ya ha velado el peso del olvido, como los recuerdos de la primera infancia que difícilmente logramos atrapar en la telaraña del tiempo. ¿En dónde ha quedado puesto?, ¿En dónde sentar la búsqueda? pero resulta que olvidar no es tan desfavorable como parece, vale la pena recordar, pero también dejar desvanecer y olvidar.

[1] SAN AGUSTIN. Confesiones. Ediciones San Pablo. Buenos Aires, Argentina. 1994. Pág. 314.
[2] SAN AGUSTIN. Confesiones. Ediciones San Pablo. Buenos Aires, Argentina. 1994. Pág. 318.

domingo, 19 de agosto de 2007

Estar en la Memoria


Estar en la Memoria. Medios digitales. 2006


“Las presencias esconden y revelan cosas al unísono, rotan hacia el origen y vuelven a lo inmediato, acercan y alejan elementos contrarios. La imagen devuelve al espectador una pluralidad de miradas y sentidos. Así la imagen puede desdoblarse en un poema verbal o visual. La imagen no solo informa la vivencia. Sino la fija y revela. La convierte en una presencia estética.”

Octavio Paz

Desarrollado como libro de artista, esta obra es la recopilación minuciosa de documentos de identidad conservados por su valor como son: la cédula, el registro civil de nacimiento, los fragmentos del álbum de la infancia, fotos de identidad, algunas de ellas, con maquillaje y accesorios diferentes que revelan un cambio de imagen o personalidad por un instante y manuscritos que aluden al registro para dar constancia de momentos que corren el riesgo de olvidarse.

Estar en la Memoria a través de imágenes de una persona conocida o desconocida pero no lejos de tener un sentido de autorreconocimiento, de proyección o de regresión.
Una foto no es una simple copia de un acontecimiento, de un deseo de permanecer o de una obligación establecida por la sociedad, va mucho más allá del deseo de permanecer, de aproximarse a una fecha especial; todas estas costumbres pertenecen al ritual llevado a cabo en casi todos los hogares, seguir continuamente los mejores instantes, es así como se organiza casi en orden cronológico, la foto del matrimonio de los padres, la mamá y(o) tías en embarazo, la llegada de los primeros bebés recién nacidos (no puede faltar el mechón de pelo al lado), los bautismos, los cumpleaños, los paseos, los viajes y las que no se pueden pasar por alto, la del sorprendido que alcanza a cubrirse el rostro enojado y la del borracho; hasta que llegan los primeros nietos y la historia se repite: mas fotos y más álbumes.

Es muy posible que el álbum de familia varíe de acuerdo al material, medio de distribución, tipo de imagen y hasta la clase social, sin embargo, su función sigue siendo la de conservar.
Y es que es tan importante la Imagen como la “mirada”.
“Mirar no es recibir, sino ordenar lo visible, organizar la experiencia. (…) La mirada ritual no es la mirada conmemorativa o familiar, que no es la de fuero privado que nosotros practicamos, por ejemplo, al hojear en casa un álbum de reproducciones. Pero las culturas de la mirada, a su vez no son independientes de las revoluciones técnicas que vienen a modificar en cada época el formato, los materiales, la cantidad de imágenes de que una sociedad se debe hacer cargo”[1].

Entonces la imagen y la mirada actúan inseparablemente. ¿Alguna vez nos hemos preguntado que sería de nosotros sin una imagen propia de nuestro rostro?, lo que si tenemos claro es que casi todos hemos sido objeto de burlas o algún comentario con respecto a los documentos de identidad, especialmente la cédula y, seamos sinceros, en el fondo nos cuesta ver que a esa imagen siempre le queda faltando o sobrando algún detalle, nos interesa salir lo mejor posible, pues este debe ser el medio de control más necesario, sin ella no existimos ante la sociedad, con la mayoría de edad, cada uno debe tener una cara ante el estado- (...)Pero la cuestión es la foto de identidad. Se decía que los documentos de identidad son una forma de control ejercida por el poder; a través de éstos se registra a las personas (cada ciudadano debe tener una cara ante el estado) y se hace publica su identidad. ¿Qué pasa entonces cuando se identifica a una persona? ¿Qué atrapan de ella esos documentos y que dejan por fuera? ¿Que tipos de sujeto se construyen con esas fotos que carecen de contexto y que nacen unidas a lo publico? ¿Que pasa con su recepción?”[2]

La foto o los documentos de identidad, tienen todo excepto intimidad, son pasados de mano en mano; la intimidad va más allá de ser una toma fotográfica, ese rostro se escapa del que realmente se es, es la máscara de mi verdadero yo, pero, ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi identidad? El término persona del latín personata es traducido como mascarada, es decir, persona desde su etimología significa máscara. Entonces La foto de Identidad no es más que la imagen de una máscara; esa imagen no revela quien soy, los gustos, los sentimientos, el carácter, la personalidad, las debilidades o puntos de vista, entre otros.

“(…) lo que falsea mi verdad interior es, al contrario todo lo que me obliga a aparentar identidad firme y estable, conducta recta y rígida, comportamiento inflexible, lo que falsea mi intimidad es toda impresión de solidez y de fijeza como la que se exige en los documentos –precisamente- públicos que determinan mi personalidad civil o en las señas de identidad social. Eso –presentarme como idéntico a mí mismo, sin debilidades, sin fisuras ni flaquezas, sin temores ni temblores- falsea la verdad de mi vida (de mi muerte, de mi mortalidad) porque falsea su falsedad, falsifica su fragilidad con la apariencia de firmeza. Nada es más contrario a la identidad que la intimidad, porque la intimidad es lo que nos impide ser idénticos. (…) tener intimidad es no poder identificarse con nada ni con nadie, y no poder ser identificado por nada ni por nadie…”
(Pardo, 1996b, p. 47. Citado por Camilo Restrepo)

De manera que, intimidad-identidad van de la mano aunque en lugares opuestos, así pues, la imagen de identidad es cuestionable.
No obstante, en los álbumes familiares encontramos además de unas cuantas fotos tamaño cédula, las fotos narrativas; esas que no pueden ser sin un relato, y llevan impresa una historia, aún cuando son personas que apenas conocemos.

“mas allá de las poses fijas, de los estereotipos, los clichés, los códigos caducos, más allá de los rituales del ordenamiento cronológico y la inevitable escansión de los acontecimientos familiares (nacimiento, bautismo, comunión, casamiento, vacaciones, etc.), el álbum de familia es siempre un objeto de veneración, cuidado, trabajado, mantenido como una momia, guardado en un cofre (y con los primeros dientes del bebé o el mechón de pelo de la abuelita); se lo abre con emoción, en una especie de ceremonial vagamente religioso, como si se tratara de convocar a los espíritus(…)”[3]

De alguna manera las fotos del álbum familiar nos corroboran nuestro paso por el mundo, nuestra certeza de existir ya que nos aseguran la evidencia de un pasado expresado en momentos de tiempo y lugar. Rachel, la replicante que se cree humana en Blade Runner, (1982) guarda como testimonio de su infancia una foto con la que asocia el recuerdo en que fue picada por una araña, lo que le asegura su condición humana impresa en la memoria.

(…) Seguramente que lo que confiere semejante valor a los álbumes no son ni los contenidos representados en si mismos, ni las cualidades plásticas o estéticas de la composición, ni el grado de semejanza o de realismo de los clichés, sino su dimensión pragmática, su estatuto de índex, su peso irreductible de referencia, el hecho de que se trata de verdaderas huellas físicas de personas singulares que han estado ahí y que tienen relaciones particulares con los que miran las fotos. Solo eso explica el culto del que suelen ser las fotos de familia y que convierte a estos álbumes en una especie de monumentos funerarios (…)”

Estar en la Memoria hace una reflexión acerca del valor dado al álbum infantil, a ese monumento tan enaltecido en el hogar. El trabajo recoge algunos fragmentos de esta índole, asociado con fotos de identidad, y algunos documentos como la cédula, la boleta de bautismo y el registro civil.

[1] DEBRAY, Regis. VIDA Y MUERTE DE LA IMAGEN. Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Barcelona,
1994. Pág. 38.
[2] RESTEPO, Camilo. LA FOTO DE IDENTIDAD. Fondo Editorial Universidad EAFIT. Colombia,
2002. Pág. 50
[3] DUBOIS, Philippe. EL Acto Fotográfico. Op. Cit. Camilo Restrepo. La foto de identidad. Pág. 43

viernes, 17 de agosto de 2007

Confesiones de Penélope

Confesiones de Penélope, instalación. 2005-6
Ganadora Primer Premio Categoría Artistas en Formación Muestra Departamental de Artes Visuales de Caldas 2007.



"Siempre he sentido fascinacion por la aguja, por el poder mágico de la aguja.
La aguja se utiliza para reparar el daño.
Es una reivindicación del perdón".
Louis Bourgeois



Este apartado intuye la relación entre arte y cotidianidad. No hay que buscar lugares o espacios con un carácter particular, ni temas o personas con características especiales para hallar la relación que existe entre arte y universo; así lo ha señalado Javier Gil en “En los Jardines de Venus” (2003)


…la belleza se posa en las cosas vulgares y mundanas. No es territorio exclusivo de las artes, ni de los discursos que buscan alguna verdad a nombre del arte o del espíritu. Pertenece a la vida y no es colonizable ni localizable, emerge en cualquier lugar y momento. No hay que generar un espacio aparte para hallar la belleza; de hecho buscarla en algún lugar o en alguna practica particular supone privarse de verla en el resto de la existencia”[1].


Si bien es cierto que las experiencias vivenciales no se pueden ignorar cuando se ingresa al territorio de la estética, el arte puede responder a diversos temas incluso en medio de la cotidianidad, de la sencillez muy cercana a las tradiciones de oriente, éstas se fundan más en la sencillez de las cosas y en cuanto a esto es importante rescatar la condición de la existencia femenina en la historia de la humanidad; la presencia de la mujer en el arte es un espejo que deja apreciar la maternal relación que puede establecer el ser humano con el universo.
Y más adelante, expresa el mismo autor de manera muy bella: Aprender a captar lo sustancial en lo accidental –lo grande en lo pequeño, un universo en un detalle, una existencia en un gesto-, es habilidad perceptiva propia de quien sabe ser mujer.


La metáfora está inscrita en la tragedia griega La Odisea: Penélope, la mujer que espera al héroe mientras teje incansablemente, en una semblanza de la paciencia y el estoicismo. Su obra está hecha de la espera interminable y de la confianza obstinada en el regreso de su amado, mientras lo hace el mundo se cae a pedazos: espera reconstruirlo con su labor incansable.
Confesiones de Penélope es un conjunto de tambores pequeños de bayadera, aquellos en los que bordaron las abuelas por mucho tiempo. Cada uno contiene una relación entre mujer-arte, mujer-tiempo, mujer-universo, mujer-casa. Fotos, agujas, retazos, ganchos, trozos de hilo – objetos íntimamente recordados porque representan un mundo cotidiano que identifica a un grupo especifico en la sociedad como son las costureras, las modistas; poniendo en evidencia la manera de percibir el mundo, además de aludir a la actividad doméstica de muchas mujeres, otorgándoles un valor ritual y la validez como prueba de una cultura que conlleva a la construcción de la mujer como categoría contenida en lo humano.


[1] GIL, Javier. Vigencia de la Belleza. Revista Ojo de los Programas de Arte y Diseño
de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. 2003. Pág. 10.

In Memoriam

Detalle libro In Memoriam
Caratula In Memoriam. Libro de artista. 2007

In Memoriam. Instalación. 2006.

“…In Memoriam es un nombre que surge desde los espacios postmortem y los monumentos conmemorativos… es una expresión tangible de permanencia o, al menos, de duración; es una prueba de autenticidad… conlleva diferentes temporalidades, traslada al presente por medio de una inscripción un cuerpo o acontecimiento pasado y, al mismo tiempo, en su aspiración de perdurabilidad, se proyecta hacia el futuro. Comprendemos nuestro nombre: EN MEMORIA, como la presencia cargada de la anterioridad de una ausencia”[1].

In Memorian es pasado (dis)continuo, recordado y evocado por medio de un lenguaje pictórico que se caracteriza por una narrativa afectiva, es una propuesta que ofrece un homenaje a un ser querido que ha partido, no como una experiencia general o realidad cotidiana, sino como una experiencia personal pero que establece relaciones entre un colectivo. Este homenaje es un trabajo cargado de palabras visuales e imágenes convertidas en palabra, elementos poéticos íntimos; en el proyecto se pretende revelar claramente la mirada frente a la muerte a partir del arte.

QUOTIDIE MORIMUR es decir Morimos cada día; cada momento de nuestra existencia es un paso hacia la muerte, aún así la muerte continúa siendo uno de los grandes interrogantes del ser humano en su travesía por el mundo. Decía Fustel de Coulanges (1864), “Posiblemente fue a la vista de la muerte cuando el hombre tuvo por primera vez la idea de lo sobrenatural y decidió esperar más allá de lo que veía. La muerte, que fue el primer misterio, pone al hombre en el camino de los otros misterios, eleva su pensamiento de lo visible a lo invisible, de lo pasajero a lo eterno, de lo humano a lo divino”[2]

La separación de nuestros seres queridos ha sido y seguirá siendo uno de los acontecimientos más devastadores que podemos vivenciar, y aunque nos resistimos a aceptarlo pertenece a la comedia de la existencia. Morir hace parte de nuestra naturaleza y darle un valor ritual es parte de cada cultura, no hay cultura que no se caracterice por su manera de manifestar la pérdida y el duelo.

”Cada civilización trata la muerte a su manera, por lo cual no se parece a ninguna otra; y cada una tiene sus formas sepulcrales; pero no sería ya una civilización si no la tratara de alguna manera (…)”[3]

“Toda cultura se caracteriza por su manera de aprehender y tratar la muerte; sus propios ritos fúnebres, sus práctica de duelo y sepultura, su propia valoración de la existencia, de la vida colectiva o de la vida individual. No hay cultura sin culto a los antepasados, sin ritualización del duelo, sin lugares y modos institucionales de sepultura”[4]

Quizás más trágico que ese momento es precisamente la ritualización del duelo, este comprende una serie de etapas, todas de igual importancia, y es que la muerte por más natural que sea, es el misterio que nos humaniza. El trabajo del duelo, cuando la muerte nos visita, se lleva a cabo a partir de los recuerdos vivenciales, materiales, afectivos y entre más nítida es la imagen del ausente, más estremecedora es la experiencia. Lo que quiere decir que lo que se imagina no se pierde, por lo menos en nuestra memoria. Ese valor de la imagen en el proceso de duelo es recurrente no solo en la fotografía; los exponentes del séptimo arte han producido cintas en las que se refleja una vez más el hecho de la muerte y el trabajo del duelo para citar algunos: Sexto Sentido, Tan lejos y tan cerca o su versión hollywoodense Ciudad de Angeles, Ghost, Hiroshima Mon Amour.

“El trabajo del duelo pasa así por la confección de una imagen del otro que vale por un alumbramiento. Si esa génesis se confirma, la estupefacción ante los despojos mortales, descarga fundadora de la humanidad, llevaría consigo a un mismo tiempo la pulsión religiosa y la pulsión plástica”[5].

El enfrentamiento con el cuerpo nos lleva a esa pulsión fundamental cuando nos reflejamos en el espejo de la decadencia, y la pérdida. Nos sentimos llevados a otro lugar donde la imagen se convierte en la presencia ausente del objeto perdido, y todo lo que nos queda es la nostalgia, la melancolía que nos dice cómo llenar el espacio vacío de la extinción.

In Memoriam es un homenaje en medio del duelo y significa la manera más poética de acercarse al que ya se ido, es reconocer la pérdida en todos los aspectos, y liberar sentimientos para reinventar la imagen del ausente. Las imágenes fotográficas, casi siempre tan evadidas en el trabajo del duelo, son justamente el apoyo para este trabajo; una imagen que se dibuja en medio de poemas, canciones y frases que amplían la mirada de la pérdida, sin desconocer que los sentimientos de tristeza y nostalgia, no impiden descubrir y expresar la belleza aun en el dolor.

[1] Aninat, Teresita. Tesis de grado “EN MEMORIA”. Universidad de Chile. 2004. Pág. 46
[2] Op. Cit. Debray, Regis. VIDA Y MUERTE DE LA IMAGEN. Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Barcelona, 1994 Pág. 26
[3] DEBRAY, Regis. VIDA Y MUERTE DE LA IMAGEN. Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,
Barcelona, 1994. Pág. 25
[4] DERRIDA, Jacques. Aporías; Morir – esperarse(en) “los límites de la verdad” Editorial
Paidós, Barcelona, 1998. Pág. 77
[5] DEBRAY, Regis. Vida y Muerte de la Imagen. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona,1994.Pág. 26